EL SILENCIO ES SALUD (II)
EL SILENCIO ES SALUD (II)
Cuando, en el título de éstas notas decimos que “el silencio es salud” nos referimos a una de las tres contaminaciones habituales de la vida urbana:1) La contaminación sonora; 2) La contaminación respiratoria; 3) La contaminación visual. La contaminación sonora tiene dos efectos demoledores sobre los habitantes: uno es físico sobre el sistema auditivo el cual sometido a lo largo de años conduce a la pérdida de la audición, anulándose la capacidad de percibir, en una primera fase, ciertas frecuencias y llegando en algunos casos a la sordera total. El otro casi tan grave como el primero es el efecto psicológico. Es decir que aún sin daño físico mesurable, el individuo pierde la capacidad de escuchar porque su cerebro bloquea aquellas frecuencias que lo dañan produciéndose además, una sensación de aturdimiento y de dolor en el cerebro. Lógicamente, estos efectos son acumulativos con el paso de los años.
¿Qué hacemos ante éste cuadro de situación que se va multiplicando en nuestra comunidad?
Usted estará pensando en que tenemos que educarnos cívicamente para que nuestra conducta (o in-conducta) no afecte el derecho a vivir en paz de la inmensa mayoría. Yo también, en primera instancia. Pero… Aunque comencemos ¡ya!; y con los niños, tardaríamos entre veinte y treinta años en lograr resultados satisfactorios. Ergo, no alcanza. Además de la educación vial, debe intervenir la Municipalidad con varias acciones concretas y simultáneas: a) Colocar señalización de velocidad máxima en todas las calles y hacerla cumplir. De poco sirven los actuales controles, que está muy bien que se realicen, pero no abarcan éste problema. b) Controlar los ruidos procedentes de los escapes de autos y motos. Y prohibir la circulación de aquellos que superen las normas internacionalmente exigidas. c) De consuno con las autoridades sanitarias y policiales: reducir el uso de las sirenas a las situaciones realmente necesarias. Al respecto también existen normas de uso y pueden recabar el asesoramiento de los especialitas en seguridad e higiene laboral. Y voy más lejos aún: las antiguas sirenas electromecánicas, las cuales fueron superadas tecnológicamente por las electrónicas eran mucho menos dañinas que las actuales e igual de eficaces. Ya que, tampoco hay campañas enseñando a los conductores que hacer ante el sonido de las sirenas.
Respecto a “la diversión nocturna” tenemos como sociedad que replantearnos, en beneficio y protección de los jóvenes si, seguimos abonando un negocio altamente destructivo para muchos de ellos, o si comenzamos a proteger a los consumidores y a la sociedad en su conjunto; de los daños sobrevinientes de la actividad. Por lo pronto y en forma urgente, como se ha resuelto en muchos pueblos y ciudades del país propongo: que se re-localicen los boliches fuera de la zona urbanizada, lo cual permitirá no solamente replantearlos en forma más acorde a su función, sino también un mejor control sobre la violencia puertas afuera de éstos. La autoridad de aplicación además debería ejercer un control de alcoholemia antes del ingreso a los locales, evitando que lleguen con “la previa encima”, así como a la salida de aquellos que aborden automóviles o motonetas. Así también quienes circulen por las calles en estado de ebriedad peligrosa; por ejemplo sobre la cinta asfáltica y en total descontrol de sus actos; deberían ser trasladados por la autoridad a algún lugar para la seguridad de los mismos y de los automóviles que circulan. Tratándose de menores se los entregará a los responsables (si los hay). Caso contrario, y cuando estén en condiciones de valerse por si mismos se los dejará ir. Claro… usted se estará preguntando (como yo) ¿Y los padres o tutores legales donde están? Si existen, “se retiraron de la escena” o alegan que “no los pueden controlar”. Lamentablemente como sociedad tenemos que hacer algo… ¡Ya! Si la legislación actual no lo permite: modificarla. Y los recursos necesarios (que no son pocos) pueden conseguirse, si se toma como política de estado. Deberán replantearse los gastos del erario público, cuyos fondos aportamos todos, para el bienestar de todos. Y no seguir a merced de los supuestos “derechos” de unos pocos. El tema da para mucho. Pero si ni implementamos medidas ¡urgentemente! Lo que se pierden son vidas. ¡Piénselo!
Juan José de la Fuente
Cuando, en el título de éstas notas decimos que “el silencio es salud” nos referimos a una de las tres contaminaciones habituales de la vida urbana:1) La contaminación sonora; 2) La contaminación respiratoria; 3) La contaminación visual. La contaminación sonora tiene dos efectos demoledores sobre los habitantes: uno es físico sobre el sistema auditivo el cual sometido a lo largo de años conduce a la pérdida de la audición, anulándose la capacidad de percibir, en una primera fase, ciertas frecuencias y llegando en algunos casos a la sordera total. El otro casi tan grave como el primero es el efecto psicológico. Es decir que aún sin daño físico mesurable, el individuo pierde la capacidad de escuchar porque su cerebro bloquea aquellas frecuencias que lo dañan produciéndose además, una sensación de aturdimiento y de dolor en el cerebro. Lógicamente, estos efectos son acumulativos con el paso de los años.
¿Qué hacemos ante éste cuadro de situación que se va multiplicando en nuestra comunidad?
Usted estará pensando en que tenemos que educarnos cívicamente para que nuestra conducta (o in-conducta) no afecte el derecho a vivir en paz de la inmensa mayoría. Yo también, en primera instancia. Pero… Aunque comencemos ¡ya!; y con los niños, tardaríamos entre veinte y treinta años en lograr resultados satisfactorios. Ergo, no alcanza. Además de la educación vial, debe intervenir la Municipalidad con varias acciones concretas y simultáneas: a) Colocar señalización de velocidad máxima en todas las calles y hacerla cumplir. De poco sirven los actuales controles, que está muy bien que se realicen, pero no abarcan éste problema. b) Controlar los ruidos procedentes de los escapes de autos y motos. Y prohibir la circulación de aquellos que superen las normas internacionalmente exigidas. c) De consuno con las autoridades sanitarias y policiales: reducir el uso de las sirenas a las situaciones realmente necesarias. Al respecto también existen normas de uso y pueden recabar el asesoramiento de los especialitas en seguridad e higiene laboral. Y voy más lejos aún: las antiguas sirenas electromecánicas, las cuales fueron superadas tecnológicamente por las electrónicas eran mucho menos dañinas que las actuales e igual de eficaces. Ya que, tampoco hay campañas enseñando a los conductores que hacer ante el sonido de las sirenas.
Respecto a “la diversión nocturna” tenemos como sociedad que replantearnos, en beneficio y protección de los jóvenes si, seguimos abonando un negocio altamente destructivo para muchos de ellos, o si comenzamos a proteger a los consumidores y a la sociedad en su conjunto; de los daños sobrevinientes de la actividad. Por lo pronto y en forma urgente, como se ha resuelto en muchos pueblos y ciudades del país propongo: que se re-localicen los boliches fuera de la zona urbanizada, lo cual permitirá no solamente replantearlos en forma más acorde a su función, sino también un mejor control sobre la violencia puertas afuera de éstos. La autoridad de aplicación además debería ejercer un control de alcoholemia antes del ingreso a los locales, evitando que lleguen con “la previa encima”, así como a la salida de aquellos que aborden automóviles o motonetas. Así también quienes circulen por las calles en estado de ebriedad peligrosa; por ejemplo sobre la cinta asfáltica y en total descontrol de sus actos; deberían ser trasladados por la autoridad a algún lugar para la seguridad de los mismos y de los automóviles que circulan. Tratándose de menores se los entregará a los responsables (si los hay). Caso contrario, y cuando estén en condiciones de valerse por si mismos se los dejará ir. Claro… usted se estará preguntando (como yo) ¿Y los padres o tutores legales donde están? Si existen, “se retiraron de la escena” o alegan que “no los pueden controlar”. Lamentablemente como sociedad tenemos que hacer algo… ¡Ya! Si la legislación actual no lo permite: modificarla. Y los recursos necesarios (que no son pocos) pueden conseguirse, si se toma como política de estado. Deberán replantearse los gastos del erario público, cuyos fondos aportamos todos, para el bienestar de todos. Y no seguir a merced de los supuestos “derechos” de unos pocos. El tema da para mucho. Pero si ni implementamos medidas ¡urgentemente! Lo que se pierden son vidas. ¡Piénselo!
Juan José de la Fuente
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