Juan José de la Fuente(centenario)
Queridos lectores radiales: Deseándoles a todos, hayan pasado ayer un muy ¡FELIZ DÍA DEL AMIGO! Les envío el mensaje de jueves, recién emitido que a ello se refiere. Agradezco en forma genérica (por ahora) los mensajes recibidos y que no pude contestar pues, reparaciones de la casa y otros etc; me tuvieron alejado de "la red". ¡Un abrazo para todos! Juan José.
Pd: a continuación del texto radial encontrarán la dirección de una bellísima canción de 1973 que complementó "al aire" el mensaje de hoy.
F. de R 21 - 07 - 2011.
“A Don Antonio Alejandro Lozada, con quien nos debemos un re-encuentro amistoso: en plenitud”
BRASAS (II)
Ayer tarde mientras el frío volvía a castigarnos, en un invierno especialmente duro para nuestra sociedad argentina, buscaba afanosamente, las palabras cálidas para saludar (hoy): a esos prójimos tan especiales, a los que llamamos amigos. Y luego de volver sobre mis propias palabras de otrora sin orden ni concierto, comenzaron a aflorar las calideces insospechadas que llevamos en el alma, recordando a los amigos que la vida me "prestara" y que las circunstancias (o las causalidades) se llevaron; cuyas brasitas quedaron en el "hornillo" interior, como el último tabaco en la pipa mal apagada bastando, un leve toque, para reavivarlas. Amigos perdidos en el tiempo y la distancia por distintos quehaceres, cambios de paisaje, o desajustes cronológicos en la partida del tren de regreso. Alguna vez la vida (terrenal) volverá a juntarnos. Muy probablemente no; pero lo realmente importante, son las huellas afectivas que dejaron en nuestras respectivas historias. Esas que podemos saborear en el silencio íntimo del alma. Esas, que son el único capital válido que nos llevaremos de este pícaro mundo y, también el único por el cual habrán de recordarnos. Ayer nomás releía con orgullo unos recortes periodísticos: amarillos por el tiempo, referidos a mi abuelo Juan quien partiera siendo yo niño. Y en todos se homenajeaba al amigo cabal, al superior cálido y respetuoso, al ser humano ¡con mayúsculas! Y confieso que desearía dejar un recuerdo semejante de mi paso por el mundo. Al menos, una pequeña pero cálida huella, no solamente en los corazones de los míos (los cercanos) sino en los de todas aquellas personas a quienes traté circunstancialmente. Que se pueda decir de mí, lo mismo que yo repito siempre de mi padre; definición "robada" (respetuosamente) al escritor español Rafael de Penagos. Quien escribiera (de su propio padre) que:. Pues, quien llama a las cosas "por su alma", es porque entró en el conocimiento del sentido ético de la vida; al tomar de esta: nada más que lo indispensable para el camino; multiplicando los dones, en lugar de malgastarlos. Buscando servir a los demás, antes que ser servido. Y amando, en lugar de hacerse amar.
Y, si ahora buceamos en el sentido de la palabra amistad veremos que resulta muy común que llamemos amigos a las personas que comparten con nosotros: tiempos, rutinas laborales, deportes, etc. Pero, al igual que en la letra escrita será el paso de los años, y los cambios por vivir, los que nos demostrarán cual es el sustrato que queda en nosotros, de aquella persona que irrumpe en nuestra vida convirtiéndose en compañía por afinidad y comunidad de gustos (cuando no intereses). Y, que hoy sentimos, (o creemos sentir) como amiga. Teniendo presente que será al enfrentarnos a situaciones extremas: en donde se pondrán a prueba, el grado real de conocimiento mutuo y la generosidad de espíritu frente a la adversidad. Cuando todo "está bien" cualquiera puede decirse amigo. Baste como ejemplo cuántos amigos le aparecen a "los famosos" en nuestra veleidosa sociedad y cuantos les quedan, cuando los ídolos (de pies de barro) se caen del pedestal. Solamente la comunidad profunda de afectos vencerá al tiempo. Al igual que el verdadero amor; la amistad sobrevivirá la separación física, la tragedia, y las callosidades ganadas en las batallas cotidianas por vivir. Los verdaderos amigos no se pierden nunca. Como aquellos "amigos del alma" a quienes Dios se los llevó, trayéndolos definitivamente cerca.
Juan José de la Fuente.
http://www.youtube.com/watch?v=d386QnEGxlw&feature=related
Pd: a continuación del texto radial encontrarán la dirección de una bellísima canción de 1973 que complementó "al aire" el mensaje de hoy.
F. de R 21 - 07 - 2011.
“A Don Antonio Alejandro Lozada, con quien nos debemos un re-encuentro amistoso: en plenitud”
BRASAS (II)
Ayer tarde mientras el frío volvía a castigarnos, en un invierno especialmente duro para nuestra sociedad argentina, buscaba afanosamente, las palabras cálidas para saludar (hoy): a esos prójimos tan especiales, a los que llamamos amigos. Y luego de volver sobre mis propias palabras de otrora sin orden ni concierto, comenzaron a aflorar las calideces insospechadas que llevamos en el alma, recordando a los amigos que la vida me "prestara" y que las circunstancias (o las causalidades) se llevaron; cuyas brasitas quedaron en el "hornillo" interior, como el último tabaco en la pipa mal apagada bastando, un leve toque, para reavivarlas. Amigos perdidos en el tiempo y la distancia por distintos quehaceres, cambios de paisaje, o desajustes cronológicos en la partida del tren de regreso. Alguna vez la vida (terrenal) volverá a juntarnos. Muy probablemente no; pero lo realmente importante, son las huellas afectivas que dejaron en nuestras respectivas historias. Esas que podemos saborear en el silencio íntimo del alma. Esas, que son el único capital válido que nos llevaremos de este pícaro mundo y, también el único por el cual habrán de recordarnos. Ayer nomás releía con orgullo unos recortes periodísticos: amarillos por el tiempo, referidos a mi abuelo Juan quien partiera siendo yo niño. Y en todos se homenajeaba al amigo cabal, al superior cálido y respetuoso, al ser humano ¡con mayúsculas! Y confieso que desearía dejar un recuerdo semejante de mi paso por el mundo. Al menos, una pequeña pero cálida huella, no solamente en los corazones de los míos (los cercanos) sino en los de todas aquellas personas a quienes traté circunstancialmente. Que se pueda decir de mí, lo mismo que yo repito siempre de mi padre; definición "robada" (respetuosamente) al escritor español Rafael de Penagos. Quien escribiera (de su propio padre) que:
Y, si ahora buceamos en el sentido de la palabra amistad veremos que resulta muy común que llamemos amigos a las personas que comparten con nosotros: tiempos, rutinas laborales, deportes, etc. Pero, al igual que en la letra escrita será el paso de los años, y los cambios por vivir, los que nos demostrarán cual es el sustrato que queda en nosotros, de aquella persona que irrumpe en nuestra vida convirtiéndose en compañía por afinidad y comunidad de gustos (cuando no intereses). Y, que hoy sentimos, (o creemos sentir) como amiga. Teniendo presente que será al enfrentarnos a situaciones extremas: en donde se pondrán a prueba, el grado real de conocimiento mutuo y la generosidad de espíritu frente a la adversidad. Cuando todo "está bien" cualquiera puede decirse amigo. Baste como ejemplo cuántos amigos le aparecen a "los famosos" en nuestra veleidosa sociedad y cuantos les quedan, cuando los ídolos (de pies de barro) se caen del pedestal. Solamente la comunidad profunda de afectos vencerá al tiempo. Al igual que el verdadero amor; la amistad sobrevivirá la separación física, la tragedia, y las callosidades ganadas en las batallas cotidianas por vivir. Los verdaderos amigos no se pierden nunca. Como aquellos "amigos del alma" a quienes Dios se los llevó, trayéndolos definitivamente cerca.
Juan José de la Fuente.
http://www.youtube.com/watch?v=d386QnEGxlw&feature=related
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